Alias Talibanes transmédicos, parte II
Esta es una traducción del original de PITT:
La fea verdad: la medicina trans no consiste en arreglar una condición natural de haber nacido en un cuerpo equivocado, como quieren hacer creer los activistas. Y, desde luego, no es un viaje para convertirse en el verdadero yo, que no debería requerir ni medicamentos ni cirugías. Tampoco se trata de convertir a un hombre en una mujer, o viceversa. Los objetivos son poco claros, no están articulados y son indefinidos. Lo que parece ser, en cambio, es un experimento químico incontrolado en el cerebro humano, a veces con una cirugía estética debilitante en el cuerpo.
En este experimento social, la disforia de género, que se desarrolla en el cerebro, potencialmente a partir de la rumiación sobre los roles de género y la propia disforia, se ve reforzada por intervenciones químicas del sexo equivocado en forma de hormonas.
A modo de profecía autocumplida, estas hormonas cambian y dañan las vías neuronales que afectan al sentido de uno mismo, las mismas vías que intervienen en los trastornos alimentarios. Destruyen e interrumpen las conexiones cerebrales, dañan los astrocitos (las "células adhesivas" del sistema nervioso) y reducen la masa y el volumen del cerebro, con todos los impactos resultantes en la función cerebral que uno podría imaginar.
Y, en contra de lo que afirman estos mismos activistas, no hay ninguna bala de plata que proteja al cerebro de los estragos que infligen las hormonas. En el caso de los hombres, la progesterona no mitiga el daño que los altos niveles de estrógeno tienen en el cerebro masculino.
Este artículo resume mi continua investigación sobre el tema desde El ascenso de los talibanes transmédicos, un artículo con un título incendiario, pero que apoyo.
La medicina de género está perjudicando a la gente, incluyendo a niños, adolescentes y jóvenes adultos, en nombre de una ideología radical y fundamentalista. No tiene ninguna base científica de causa y efecto ni de medicina basada en la evidencia, y los horribles resultados a largo plazo lo demuestran.
Una vez más, los padres están llenando el vacío de información, mientras los médicos siguen escondiendo la cabeza en la arena. Y de nuevo, yo (y otros padres que conozco) hemos comprobado que la investigación que existe no apoya la seguridad o la eficacia de la medicina de género. Experimentar con las mentes de nuestros niños y jóvenes a través de hormonas del sexo equivocado, y experimentar con sus cuerpos a través de cirugías cosméticas destinadas a crear facsímiles del sexo opuesto deseado, sólo puede conducir a la tragedia y al sufrimiento humano. Y ya lo está haciendo.
Disforia de género y modificaciones en las redes en estado de reposo
Cada vez es más evidente que la disforia de género no es un caso de tener un cerebro del sexo opuesto en el cuerpo, sino una creencia sin base científica o lógica.
En su lugar, las pruebas apuntan a la conectividad en las redes en estado de reposo del cerebro para explicar por qué algunas personas sienten que son del sexo opuesto al suyo real. En concreto, las investigaciones indican que, con la disforia de género, al igual que con la anorexia nerviosa y otros trastornos de dismorfia corporal, se producen cambios visibles en la conectividad dentro de las redes del modo por defecto (DMN) y del estado de alerta (SN), que se cree que son la base neurológica del sentido del yo.
En su estudio sobre la morfología del cerebro y sobre los posibles fundamentos neurobiológicos de la disforia de género, Savic et al realizaron un estudio sobre las diferencias cerebrales en individuos que expresaban disforia de género. Lo que encontraron es que la morfología cerebral de los individuos con disforia de género era indistinguible de su sexo natal, una vez ajustado por la homosexualidad (curiosamente, se observaron diferencias entre los individuos homosexuales y heterosexuales). Sin embargo, hubo cambios en los individuos con disforia de género, no en los cerebros en sí, sino en las redes de conectividad neuroplástica responsables de "mediar en la percepción del propio cuerpo", mostrando una menor comunicación en los individuos con disforia. Debido a estos cambios en la conectividad, señalaron que no pudieron determinar si la disforia de género es innata o si, por el contrario, es el resultado de la rumiación a largo plazo.
Se han hecho hallazgos similares en estudios de pacientes con anorexia. Al igual que en los estudios sobre la disforia de género, los investigadores descubrieron que había una actividad funcional debilitada en la DMN (la “default mode network” (DMN) designa un sistema que muestra un alto nivel de actividad metabólica “en reposo”) y anormalidad miicrostructurales en la estructura cerebral fronto-occipital en pacientes con anorexia, un trastorno que tiene, en su raíz, una desconexión similar entre la imagen del yo y el cuerpo, en este caso, el peso y el tamaño del cuerpo, en lugar del género. Estos trastornos parecen ser más similares de lo que los activistas nos quieren hacer creer, y ambos implican una desconexión entre la realidad biológica y el yo que es observable dentro del cerebro.
En el caso de la disforia de género y de la anorexia, la causa y el efecto no están claros: ¿una desconexión mental en los sujetos, entre "su propia imagen corporal y la percepción de sí mismos", potencialmente debida a la rumiación y a las influencias sociales (factores causales conocidos para ambas dolencias), condujo posteriormente "a un debilitamiento de las conexiones estructurales y funcionales en estas redes", o el debilitamiento de las conexiones y la disminución de la conectividad crearon el abismo o la disforia en el sentido del yo de la persona? Se necesitan más estudios para abordar las causas fundamentales. Sin embargo, está claro que las vías neuronales perturbadas pueden alterar el sentido del yo y dar lugar a una variedad de condiciones angustiosas.
Por mucho que los activistas quieran creer que estas afecciones son diferentes, el cerebro dice lo contrario. Los puntos en común entre los pacientes con anorexia y disforia de género son tan evidentes que resulta sorprendente que los investigadores lo pasen por alto continuamente.
Sin embargo, son igualmente sorprendentes las formas tan diferentes en que se tratan estos dos trastornos, porque se pasa por alto la causa o el síntoma común. La anorexia se trata mediante atención psicológica, mientras que la disforia de género se trata actualmente mediante la afirmación y la medicalización para apoyar el pensamiento desordenado. Estos protocolos de tratamiento divergentes son desconcertantes.
Los médicos y psicólogos que tratan los trastornos alimentarios nunca afirman la idea observablemente falsa, causada por la alteración de la percepción corporal precisa, de que el paciente tiene sobrepeso, y se sabe que los trastornos alimentarios pueden resolverse siguiendo este enfoque, en combinación con una atención médica de apoyo. Sin embargo, en el caso de la disforia de género, la escuela de pensamiento es estar de acuerdo con la percepción observablemente falsa del paciente y emprender tratamientos médicos y psicológicos que potencien aún más la disforia.
Así pues, cuando se introducen hormonas sexuales erróneas en estos individuos con disociación mental, las redes neuronales se ven aún más alteradas por esta intervención química.
Como muestra el estudio de Clemens, los varones tratados con hormonas mostraron una disminución de la conectividad entre la corteza frontoparietal izquierda y la corteza prefrontal dorsolateral izquierda. En otras palabras, las intervenciones hormonales disminuyeron las vías de comunicación de forma no intencionada en el cerebro. Se podría decir que esto tiene el efecto de profundizar aún más el trastorno de percepción del cuerpo, en lugar de trabajar para resolverlo. No es un efecto deseable.
Impactos en las redes neuronales y en los astrocitos
Las hormonas sexuales erróneas también dañan los astrocitos, las "células pegamento" del sistema nervioso central, que son fundamentales para la función y la estabilidad del cerebro.
Como escriben Siracusa et al, los astrocitos son ... "una población de células con características morfológicas y funcionales distintivas que difieren entre sí según las áreas específicas del cerebro. En el período postnatal, los progenitores de los astrocitos migran para alcanzar su área cerebral y sus propiedades relacionadas. Tienen un papel regulador de las funciones cerebrales que están implicadas en la neurogénesis y la sinaptogénesis, controlando la permeabilidad de la barrera hematoencefálica y manteniendo la homeostasis extracelular. Los astrocitos maduros también expresan algunos genes enriquecidos en los progenitores celulares, lo que sugiere que pueden conservar el potencial proliferativo".
En pocas palabras, los astrocitos tienen diferentes propiedades y papeles en la función cerebral dependiendo de dónde acaben en el cerebro. Los trastornos de estas células, con una variedad de funciones cerebrales y roles de barrera hematoencefálica y de mantenimiento de la homeostasis, se han relacionado con una amplia gama de diferentes neuropatologías y trastornos mentales, como la esquizofrenia, la depresión y los trastornos del estado de ánimo (Koyama et al, Tarasov et al).
Las hormonas sexuales erróneas provocan cambios en estos astrocitos, tan críticos para la función cerebral. Actualmente, en la Universidad de Madrid, los investigadores utilizan modelos animales para comprender mejor los cerebros masculinos y femeninos sometidos a hormonas sexuales erróneas. Sus recientes trabajos pioneros sobre las diferencias cerebrales a nivel de metabolitos, mediante espectroscopia de resonancia magnética (1H-MRS), han llegado a varias conclusiones rompedoras sobre los cambios morfológicos cerebrales inducidos por la hormona sexual errónea exógena estrógeno y estrógeno con acetato de ciprotona (CA-antiandrógeno). Descubrieron que el estrógeno exógeno, solo y con CA, lixivia el agua de los astrocitos, dañando esas células en el proceso y causando varios efectos posteriores, incluyendo la pérdida de volumen cerebral.
En sus observaciones finales, Gómez et al indican que "el volumen cortical del cerebro se correlaciona negativamente con el aumento de los valores de anisotropía fraccional y las concentraciones relativas de metabolitos. Éstas revelan una reducción del contenido de agua en las células cerebrales, principalmente en los astrocitos, pero también en las neuronas y en los oligodendrocitos que rodean sus axones, como revela el aumento de la anisotropía fraccional. De hecho, la disminución del volumen cortical podría estar asociada a la contracción neurocelular, circunstancia que alteraría los delicados equilibrios metabólicos entre las concentraciones de metabolitos dentro de las células neuronales".
Los astrocitos son fundamentales para la homeostasis (mantenimiento del equilibrio estable entre las distintas partes) del sistema nervioso central
Así, las hormonas sexuales erróneas dañan la estructura celular de los astrocitos, que son fundamentales para mantener la estabilidad y la función del cerebro. Y sabemos que los astrocitos desordenados están relacionados con varias neuropatologías. También sabemos que las hormonas sexuales erróneas reducen el volumen cerebral, probablemente debido a la alteración del delicado equilibrio cerebral.
Y, además, disminuyen la conectividad entre áreas del cerebro, lo que probablemente cause otros problemas aún por descubrir.
El choque estrogénico en un cerebro masculino aún en desarrollo puede explicar la psicopatología continuada y los problemas de salud mental en los jóvenes tratados con hormonas del sexo equivocado. Es probable que los cerebros más jóvenes, aún en desarrollo, no tengan la misma resistencia a la toxicidad de los astrocitos que los varones de mucha más edad que han sido históricamente los principales clientes de los tratamientos con hormonas del sexo equivocado.
La progesterona no es una defensa
Ahora que se han planteado públicamente los riesgos del estrógeno para las mujeres y para los hombres (mujeres trans), la respuesta común de los activistas y los médicos de género ha sido “no te preocupes, usamos progesterona en combinación con el estrógeno - ¡es una hormona protectora que hace que el estrógeno sea totalmente inofensivo y seguro!”
La progesterona se anuncia como una panacea en la medicina de género para los hombres (mujeres trans).
Hay varios problemas con este argumento. En primer lugar, la información disponible es en gran medida inaplicable a una cohorte masculina. No se sostiene que, porque los estudios han demostrado que ayuda a proteger el cerebro de los estrógenos en las mujeres (a los niveles utilizados para las mujeres posmenopáusicas), vaya por eso a hacer lo mismo con los hombres que toman estrógenos como una intervención de sexo equivocado.
El uso de la progesterona en la Terapia de Reemplazo Hormonal (TRH) ha sido estudiado en mujeres en varios ensayos de control aleatorio a lo largo de las décadas, como el WHI, el KEEP y otros. En concreto, estos ensayos realizaban estudios morfológicos del cerebro y determinaban si la TRH se correlacionaba con un riesgo elevado de cáncer de mama.
Se realizó un estudio para determinar el impacto de la terapia hormonal en mujeres posmenopáusicas sanas, utilizando estrógeno en combinación con progesterona micronizada (promocionada como la mejor en una revisión sistemática del uso de progesterona en mujeres para la TRH). Este estudio de 77 mujeres encontró que, después de un ensayo de 2 meses, la TRH condujo a un riesgo elevado de expresión de genes tumorales. Sí, los resultados fueron mejores en el caso de la progesterona micronizada (un perfil de expresión génica alterado de 600 genes dentro del brazo de estradiol transdérmico y progesterona micronizada oral, frente a 2.500 genes con estrógeno equino medroxiprogesterona). Y, de los 225 genes implicados en el desarrollo de tumores mamarios, 198 eran atribuibles a la medroxiprogesterona frente a los 34 de la progesterona micronizada. Pero, ¿son aceptables los mejores resultados? Ambos tenían una expresión adversa de genes importantes que regulan la proliferación, la apoptosis y la inclinación del tumor in vivo.
Para las mujeres posmenopáusicas, también hay beneficios para la salud que ayudan a contrarrestar los riesgos de la terapia hormonal. En la transmedicina, hablamos de la terapia hormonal para desarrollar rasgos cosméticos superficiales, como los pechos (o más bien, la ginecomastia en los hombres y niños). No hay ningún beneficio para la salud de los hombres, aparte de las afirmaciones nebulosas y no probadas de mejoras en la salud mental y la disminución del riesgo de suicidio. En este caso, ¿cuántas expresiones genéticas tumorales son un riesgo aceptable para tomar después de sólo 2 meses de hormonas exógenas?
En respuesta a las críticas sobre la inaplicabilidad de los estudios sobre mujeres a las cohortes masculinas, en lugar de admitir que no se deben sacar conclusiones por este motivo, la investigadora, Prior, reta a los críticos a mostrar pruebas de que la adición de progesterona es realmente perjudicial. En otras palabras, su expectativa es pedir a los demás que le demuestren lo contrario de su argumento, en lugar de esperar que ella demuestre realmente sus afirmaciones.
Ahora, los activistas toman estos resultados de los estudios sobre las mujeres y los replantean, ignorando los elevados riesgos de cáncer, para concluir que los hombres pueden esperar una protección total de los impactos dañinos del estrógeno exógeno mediante el uso de la progesterona.
Uno sólo puede suponer que esto se debe a que saben que nadie se molestará en leer los materiales de origen. Incluso si aceptamos que la progesterona mitiga cualquier daño del estrógeno exógeno, la relevancia de los datos no puede extrapolarse para sacar conclusiones sobre la progesterona en los hombres.
En primer lugar, es irrelevante porque se trata de varones con una biología totalmente diferente. Y, en segundo lugar, es inaplicable porque el estrógeno se administra a las mujeres trans a un nivel 6 veces superior al utilizado para la terapia hormonal en las mujeres.
También se han realizado estudios sobre varones sometidos a terapia hormonal sexual errónea, y los resultados también han sido terribles.
Iwamoto, Safer et al citaron un riesgo significativamente mayor de cáncer de mama, además de un mayor riesgo de coágulos y derrames cerebrales, con el uso simultáneo de progesterona.
Un estudio de población total realizado en varones, incluidas las mujeres trans, en los Países Bajos, descubrió que "la incidencia de cáncer de mama en la cohorte era 46 veces superior a la de los hombres cisgénero (ratio de incidencia estandarizada 46,7; intervalo de confianza del 95%: 27,2 a 75,4). La mayoría de los tumores eran de origen ductal y con receptores de estrógeno y progesterona positivos, y el 8,3% eran positivos para el factor de crecimiento epidérmico humano 2 (HER2). Un hallazgo sorprendente fue que en las mujeres trans el riesgo de cáncer de mama aumentó en un tiempo relativamente corto". Es evidente que este resultado no es deseable.
La progesterona tampoco mejora los resultados en materia de salud mental, como se observa en el estudio de población total comunicado por Pachankis et al, en el que también se utilizó la progesterona como tratamiento hormonal sexual erróneo y no hubo ningún beneficio resultante para la salud mental.
Actualmente, la progesterona en la medicina trans (para las mujeres trans) está siendo analizada en el WPATH SOC 8 con una "revisión sistemática", pero desafortunadamente, como es habitual, esto se está haciendo sin el rigor de un verdadero ensayo de control aleatorio doble ciego, como señaló Iwamoto en una Carta al Editor. Dado el estado de la terapia hormonal sustitutiva exógena incluso en las mujeres, cualquier intento de utilizar la progesterona de forma adyuvante a las hormonas sexuales erróneas parece muy prematuro, a pesar de cualquier revisión "sistemática" del WPATH.
Conclusiones falsas, cohortes irrelevantes, estudios ignorados: hay muchas pruebas de que la terapia hormonal sexual errónea es perjudicial y que la progesterona no lo mejora todo.
Entonces, ¿por qué los médicos intentan demostrar la seguridad y eficacia de la progesterona? Porque, como señala Prior, las pacientes lo exigen. No podemos dejar de asombrarnos por la falta de rigor en las discusiones públicas de los médicos sobre la introducción de una nueva y potente hormona exógena en el protocolo de tratamiento de los varones porque los pacientes lo están exigiendo. Y, lo exigen, en un alarde de lógica circular, porque ciertos supuestos expertos en trans-medicina lo pregonan como una panacea. Y así sucesivamente.
Cinco décadas después del inicio del uso experimental de hormonas fuera de la etiqueta para la "transición" de género en los seres humanos, todavía tenemos que ver los resultados de cualquier ensayo de control aleatorio, o productos aprobados por la FDA (Administración de Medicamentos y Alimentos de EEUU). Esto es indignante.
Arriba está la advertencia de la caja negra, exigida por la FDA para todos los productos que tienen riesgos de seguridad. Esto es lo que reciben las mujeres a las que se les recetan parches de estradiol, ya que ese es el uso "en la etiqueta" del medicamento.
Sin embargo, esta advertencia nunca aparece en el "consentimiento informado" para las hormonas sexuales erróneas. Por el contrario, los pacientes que se someten al tratamiento con hormonas sexuales reciben información de las clínicas de género que minimizan los riesgos y se centran en el marketing que promete (o insinúa) resultados positivos, llenos de satisfacción y felicidad, en su nuevo cuerpo.
En realidad, no tenemos ni idea de cuáles son los riesgos de estas hormonas cuando se utilizan en la medicina trans. Los pocos estudios sobre los riesgos e impactos de las hormonas del sexo equivocado en los hombres apuntan a resultados muy pobres. La progesterona no las hace seguras.
Hay muchas pruebas de que, a medida que los individuos rumian el género, refuerzan ciertas redes neuronales, mientras que otras se debilitan. Se sabe, además, que los efectos de sustitución del comportamiento, instituidos por la reflexión, la detección y la sustitución consciente, asistidos por la terapia o los nootrópicos, pueden provocar cambios en estas redes de forma más precisa que las hormonas.
En lugar de los impactos matizados que pueden afectar a través de la terapia tradicional, las hormonas causan en cambio una amplia pérdida de astrocitos y efectos negativos a largo plazo, no sólo en las redes DMN, sino en todo el cerebro.
Cuando el daño al cerebro, incluyendo la lixiviación de agua de los astrocitos, la interrupción de las vías neuronales y la comunicación cerebral, la reducción del volumen del cerebro, y el alto riesgo de cánceres y patologías neuronales son resultados esperados, deberíamos presionar el "botón de pausa" en la transición médica y las hormonas del sexo equivocado, no presionar el "botón de pausa" en la pubertad natural de los niños y el proceso de maduración.
Está muy claro que los médicos especializados en cuestiones de género no tienen ni idea de lo que hacen cuando se trata de la "transición" médica. Con una arrogancia asombrosa y un fervor casi religioso, se entrometen ciegamente en el complejo y matizado instrumento que es el cerebro humano.
En ninguna parte aparecen pruebas cerebrales en ninguno de los SOC del WPATH o del USPATH, ninguna prueba de cognición, ninguna prueba del estado de ánimo o de irritabilidad, ningún nivel de FNDC (Factor neurotrófico derivado del cerebro : Factor neurotrófico derivado del cerebro - Wikipedia, la enciclopedia libre) en suero o estudios de 1H- MRS para comprender los cambios de concentración de metabolitos durante la duración del tratamiento con hormonas sexuales erróneas.
La euforia a corto plazo se reporta como evidencia de que los tratamientos actuales son seguros y exitosos, los impactos a largo plazo ni siquiera se miden. Como señalaron Gomez at al, lamentablemente, en el caso de los varones que reciben hormonas sexuales erróneas, el seguimiento clínico no incluye la comprobación sistemática de la estructura y la función del cerebro. Esto es inaceptable. La única razón explicable para esta ignorancia voluntaria es que los médicos especializados en cuestiones de género asumen que sus tratamientos son peligrosos, poco éticos e ineficaces, y están dispuestos a evitar la responsabilidad que inevitablemente conllevará el descubrimiento de la verdad.
La medicina de género está gobernada por ideólogos, no por científicos. Como resultado, las madres y padres se encuentran en la absurda situación de tener que demostrar por qué introducir hormonas del sexo equivocado en el cuerpo de nuestros hijos (una idea absolutamente descabellada) es algo malo, en lugar de que los médicos y los científicos nos demuestren que esta intervención médica de "género" llamada eufemísticamente "transición" es segura y eficaz para ayudar a nuestros hijos confundidos con su disforia de género inducida por la sociedad.
Esto es un desastre inconcebible, un escándalo de proporciones épicas, y ningún profesional médico creíble debería proceder por este camino. Es hora de un cambio inmediato y drástico. Ya basta. Médicos e investigadores: empiecen a hacer su trabajo.
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